Las diferentes interpretaciones del
modelo de comercio han llevado a los gobiernos de algunos países de
la región, entre ellos Argentina, a considerar que en épocas de
crisis, el crecimiento se conseguirá por la vía de nacionalizar las
empresas extranjeras y cerrar las puertas a la llegada de productos y
servicios del exterior.
Con el argumento de que la producción
interna puede apuntar a satisfacer esas necesidades de la población,
pero ignorando acuerdos y pactos aceptados cuando firmó su adhesión
a la Organización Mundial de Comercio (OMC), situación que se
agravó el pasado mes de abril a partir de la decisión de la señora
Presidenta Cristina Fernández de expropiar el 51% de la compañía
YPF controlada por la española Repsol y declarar que el Estado
argentino se quedaría con el 51% de los títulos declarados de
interés público al igual que la producción de hidrocarburos.
La respuesta de los demás socios
comerciales especialmente Estados Unidos, países de la Zona Euro y
Japón no se hizo esperar y desde esa fecha han interpuesto acciones
de reclamación ante la OMC al considerar que la actitud del gobierno
argentino compromete sus intereses en la Región y puede por contagio
estimular acciones similares en otros países latinos. Argentina ha
utilizado la estrategia de defenderse con un buen ataque y 'madrugó'
a demandar también a Estados Unidos a quien acusa de utilizar un
doble discurso, pues mientras predica las virtudes del libre comercio
simultáneamente destina grandes sumas a subsidiar a los agricultores
del país con lo cual logra distorsionar significativamente los
precios de cereales y cítricos, dos de los renglones que compiten
con la producción del país austral.
Pero el malestar no es sólo de parte
de los principales socios comerciales sino también de los
empresarios argentinos dedicados a la exportación de bienes
industriales quienes temen por represalias y se arriesgan a reducir
sus posibilidades de financiamiento por la exigencia del gobierno de
fijar plazos más cortos para liquidar las divisas de exportación.
Los exportadores argumentan que no pueden arriesgarse a perder
mercados externos que les ha costado tanto trabajo conquistar.
Argentina enfrenta la falta de
integración de su estructura industrial que depende como la de otros
países de la región de las importaciones de maquinaria, equipos,
repuestos, bienes intermedios e insumos para producir los bienes
finales destinados tanto al consumo interno como a los mercados
internacionales. Es así como al finalizar el primer semestre del
presente año, y según cifras del Indec (Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos), el 71% del total de las importaciones
argentinas corresponden a bienes de capital y bienes intermedios que
difícilmente se pueden sustituir en el mediano plazo, y apenas un
11% son bienes de consumo.
La inserción en el modelo global
genera una dependencia de los mercados externos que no es fácil
suprimir en el corto plazo, como tampoco lo es provocar reacciones
negativas y demandas ante los organismos multilaterales que
perjudicarán la imagen de un país que se precia de ser reconocido
en la comunidad internacional como una de las grandes reservas
alimentarias del mundo. La pregunta final es hasta cuándo resistirá
el país la fiebre proteccionista desatada en plena época de crisis
global.
El problema del proteccionismo
argentino ha tomado ribetes políticos pues tanto el presidente
Barack Obama como el primer ministro japonés consideran que cuando
Argentina exige que las importaciones de esos países se compensen
con exportaciones por igual valor, se están violando compromisos
adquiridos en el marco, no solo de la Organización Mundial del
Comercio sino también del Grupo de los 20 (G-20) del cual los tres
hacen parte y han insinuado a los demás miembros el retiro del país
suramericano.
Fuente: 5días
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